martes, 10 de septiembre de 2013

Lecturas miércoles 11 Septiembre 2013

miércoles 11 Septiembre 2013

Miércoles de la vigésima tercera semana del tiempo ordinario

San Patiens

Leer el comentario del Evangelio por
San León I el Magno : "¡Felices ustedes, los pobres!"

Pablo a los Colosenses 3,1-11.
Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.
Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra.
Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios.
Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.
Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es una forma de idolatría.
Estas cosas provocan la ira de Dios.
Ustedes mismos se comportaban así en otro tiempo, viviendo desordenadamente.
Pero ahora es necesario que acaben con la ira, el rencor, la maldad, las injurias y las conversaciones groseras.
Tampoco se engañen los unos a los otros. Porque ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras
y se revistieron del hombre nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose constantemente según la imagen de su Creador.
Por eso, ya no hay pagano ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos.


Salmo 145(144),2-3.10-11.12-13ab.
Deseo bendecirte cada día,
alabaré tu Nombre para siempre.
Grande es el Señor, muy digno de alabanza,
y no puede medirse su grandeza.

Te den gracias, Señor, todas tus obras,
te bendigan tus amigos;
que hablen de la gloria de tu reino
y anuncien tus hazañas,

para que vean los hombres tus proezas,
el brillo y la gloria de tu reino.
Tu reino es reino por todos los siglos,
y tu imperio por todas las edades.

Fiel es el Señor en todas sus palabras
y bondadoso en todas sus obras.



Lucas 6,20-26.
Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: "¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!



Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.



Leer el comentario del Evangelio por :

San León I el Magno (c.400-461), papa 440-461, doctor de la Iglesia
Sermón 95 ; PL 54, 461

"¡Felices ustedes, los pobres!"

“Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5, 3). No habrá podido pedir que de algunos pobres la Verdad había querido hablar, diciendo, sí: “Dichosos los pobres”; ella no había añadido nada sobre el género de pobres que tenía que entender: habrá parecido antes que, para merecer el Reino de los cielos, bastaría sólo la indigencia de la que muchos padecen por el efecto de una penosa y dura necesidad. Pero diciendo: “Dichosos los pobres en el espíritu”, el Señor muestra que el Reino de los cielos debe ser dado a los que recomienda la humildad del alma más que la penuria de los recursos.


    No puede dudarse de que los pobres consiguen con más facilidad que los ricos el don de la humildad, ya que los pobres, en su indigencia, se familiarizan fácilmente con la mansedumbre y, en cambio los ricos se habitúan fácilmente a la soberbia. Sin embargo, no faltan tampoco ricos adornados  de esta humildad y que de tal modo usan de sus riquezas que no se ensoberbecen con ellas, sino que se sirven más bien de ellas para obras de caridad, considerando que su mejor ganancia es emplear los bienes  que  poseen en aliviar la miseria de los prójimos. El don de esta pobreza se da, pues en toda clase de hombres y en todas las condiciones en las que el hombre puede vivir, pues pueden ser iguales por el deseo incluso aquellos que por la fortuna son desiguales, y poco importan las diferencias en los bienes terrenos si hay igualdad en las riquezas del espíritu. Bienaventurada es, pues, aquella pobreza que no se siente cautivada por el amor de bienes terrenos ni pone  su ambición en acrecentar las riquezas de este mundo, sino que desea más bien los bienes del cielo.

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